Una actuación digna. Un arquero que es una maravilla. Y la esperanza, como nunca antes, al alcance de la mano. Boca empató sin goles con Corinthians, en San Pablo, por la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores y dio una muestra de jerarquía. Más allá de que el equipo brasileño sufre el mal de ausencias, el conjunto argentino exhibió coraje, disciplina y dosis de la antigua mística. La revancha será el próximo martes, en la Bombonera; el ganador enfrentará a Flamengo o Deportes Tolima, de Colombia en los cuartos de final. El conjunto xeneize, ganador de seis trofeos, arrancó la etapa definitoria con la ilusión de coronarse luego de 15 años de sequía en el máximo torneo sudamericano.
Boca volvió a jugar en San Pablo, en donde hace apenas dos meses recibió uno de los golpes más duros del ciclo de Sebastián Battaglia, al perder por 2 a 0 contra el mismo rival. El joven entrenador, de todos modos, baja la guardia y se recompone, casi como lo hace el equipo. Declina la intensidad y resurge con toda su dimensión. Más allá de los matices futboleros, el conjunto de la Ribera no puede jugar con la mente fría este certamen: lo vive con una ansiedad superlativa. El Mundo Boca exige la séptima, como si fuese una obligación moral. Lo sabe el DT, que pisa el freno. El mágico 2007 quedó demasiado atrás. Era otro mundo.
“Palmeiras y Flamengo son los mejor perfilados para pelear el título en esta Copa Libertadores. Boca hace tiempo que no tiene la oportunidad de ganarla, pero eso tiene que ser un objetivo y no una obsesión, es un error pensar eso. Nuestra camada malacostumbró a la gente, dejó la vara muy alta. Pensar solo en ganar la Copa es un error. Pero nosotros debemos competir, llegar nuevamente a una final e intentar ganarla. Hay rivales muy duros, de trayectoria, pero también es cierto que a nadie le gusta cruzarse con nosotros. Ojalá pueda seguir siendo técnico de Boca por mucho tiempo, pero pienso en el día a día, en este torneo y creo en los proyectos a largo plazo”, fue su análisis, matizado de lógica, días atrás, en una charla en ESPN. Sin embargo, en el círculo que lo rodea, las urgencias juegan otro partido. Hace tiempo que Boca no disfruta jugar el certamen. Lo padece. Más allá de los resultados: lo sufre.
Cassio desvía el desvía el disparo de Darío Benedetto; Boca se defendió y atacó con estiloNELSON ALMEIDA - AFP
Insistía Battaglia, días atrás: “En esto nadie tiene garantizado el éxito, ni el entrenador más joven ni el de mayor experiencia. Sí creo en mis convicciones, en las cosas que aprendí de Bianchi, Bielsa, Falcioni y Miguel (Russo). Hay que manejarse de la mejor manera con el grupo, ser parte de ellos, no amigos, pero sí tener confianza porque los que entran a la cancha son ellos y te tienen que respaldar”. La unión entre el cuerpo técnico y el plantel quedó demostrada en las dos estrellas caseras no tan lejanas. Las dudas dirigenciales, cuando el equipo era una moneda al aire, encontraron un reparo. Esa mística colectiva que se proyecta en el tiempo es la llave para el optimismo copero futuro.
La postura xeneize fue firme, con la convicción de manejar los tiempos. La intención fue pulverizar los avances del equipo local, con una estructura confiable, sólida, que parecía desde los nombres más audaz de lo que fue. Villa y Zeballos, por los costados, se ofrecieron como salidas, aunque disfrazados de una suerte de mediocampistas con llegada. Benedetto los espiaba de lejos, aunque dio la nota con un cabezazo profundo, al capitalizar un centro del juvenil. El ímpetu de Corinthians chocaba con la vitalidad xeneize, en todas sus líneas. Fue un mensaje: a Boca no se lo iban a llevar puesto. De ningún modo.
Oscar Romero estuvo a la altura: en lo táctico y en el vuelo ofensivoNELSON ALMEIDA - AFP
En ese plan, hasta Oscar Romero fue parte de la estructura defensiva, de contención en la zona media. Tuvo sentido: Corinthians casi no le hizo cosquillas durante la primera mitad. Los centrales, Izquierdoz y Rojo, tampoco ofrecían fisuras. Hasta que el ex jugador de la selección derribó con el brazo a Mantuan en el área. Un penal inesperado: el equipo brasileño casi no inquietaba. Roger Guedes pateó y Agustín Rossi voló: el arquero salvó a Boca, una vez más. Y al rato, en un final de primer capítulo electrizante, Cassio salvó a Corinthians, luego de un zurdazo picante de Benedetto.
Rojo resurgió con un par de intervenciones con estilo, cuando el conjunto local presionó algo más. Cassio, otro indispensable, apareció otra vez, luego de un indescifrable tiro libre de Romero que buscaba el ángulo izquierdo. Se adelantó Corinthians, salió del encierro Boca. Sin embargo, no hubo goles. Y el misterio se resolverá en la Bombonera.